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Estados Unidos de América
(United States of America)
► República federal formada por cincuenta estados, excepto Alaska y el archipiélago de Hawaii, que se extiende unos 4 000 km de E a O y 2 000 km de N a S. Limita con Canadá al N, el océano Atlántico al E, el golfo de México al SE, México al S y el océano Pacífico al O. Alaska y Hawaii se encuentran respectivamente en el extremo NO de América del Norte, y el segundo es un archipiélago del océano Pacífico. Otros territorios de E.U.A. son Puerto Rico, las islas Vírgenes y diversas islas e islotes del Pacífico. La capital es Washington D.C. Es el cuarto país más extenso del mundo, con un total de 9 259 063 km2 y 275 562 700 h. La moneda y el idioma oficiales son, respectivamente, el dólar E.U.A. y el inglés. La religión mayoritaria es el protestantismo. De E a O, pueden establecerse cinco grandes unidades geomorfológicas: la llanura litoral atlántica, la cadena de los Apalaches, la llanura central, las Montañas Rocosas y tierras altas del O, y la cordillera Costera. La llanura litoral atlántica, más ancha cuanto más al S, está cubierta de los sedimentos procedentes de los cercanos montes Apalaches. Los montes Apalaches se extienden a lo largo de 3 000 km entre la frontera canadiense y el estado sureño de Alabama, y se caracterizan por sus formas redondeadas y desgastadas. La llanura central se extiende desde las vertientes occidentales de los Apalaches hasta las orientales de las Montañas Rocosas. Constituye un terreno de marcada horizontalidad, aunque hacia el O va ganando altura. El sistema alpino del O puede dividirse en tres grupos: las propias Montañas Rocosas, las altiplanicies, cuencas y depresiones intermontanas, y las cadenas montañosas costeras de las Cascadas (NO) y de la Sierra Nevada (SO). La cordillera de las Rocosas forma la línea divisoria de aguas entre los dos océanos. Por el O, las mesetas del Columbia, la gran cuenca y el Colorado, cuentan con algunas cordilleras con profundos desfiladeros y cañones. Cerrando las grandes mesetas por el NO, la cordillera de las Cascadas se distingue por la presencia de volcanes. En el sector californiano, la Sierra Nevada se caracteriza por sus picos extremadamente agudos. Finalmente, la cadena costera es paralela a la anterior y de elevaciones más modestas. El valle formado entre la cadena costera y las de las Cascadas y la Sierra Nevada va de N a S del país formando el Gran Valle de California, y acaba en el golfo de California. Correspondiéndose con las características físicas, se establece una división climatológica del territorio, diferenciándose las tierras situadas a ambos lados del meridiano 100: la mitad oriental presenta un clima bastante húmedo, mientras que la mitad occidental es particularmente árida. Dentro de un contexto regional oriental se pueden individualizar; la región de Nueva Inglaterra, de fríos inviernos y veranos lluviosos; las zonas ribereñas de los Grandes Lagos, de inviernos más cálidos y veranos frescos; y el SE, donde se imponen climas subtropicales y son frecuentes los huracanes. El sector occidental de E.U.A. situado al O del meridiano 100 presenta una estrecha franja costera que goza de un clima oceánico sumamente regular. Hacia el S el clima es mediterráneo con inviernos suaves y los veranos muy áridos. En las grandes llanuras centrales el clima continental es particularmente acentuado con una alta aridez. Las condiciones climáticas determinan la disposición de los paisajes vegetales. La parte oriental del país se halla cubierta al N por un bosque mixto canadiense. Más al S se extiende el bosque caducifolio de encinas, hayas, nogales, arces, tilos y fresnos. En el S posee grandes bosques de especies subtropicales de encinas y de pinos. En la parte occidental del país, las montañas al N presentan un bosque denso de grandes coníferas, y al S alternan los pinos y las piceas. Las montañas semiáridas están cubiertas de bosques claros. Las cuencas interiores disponen al N de una estepa de artemisas y más al S de plantas espinosas. A excepción de las cuencas cerradas de los Grandes Lagos, las aguas se distribuyen en tres grandes vertientes, impuestas por el eje montañoso de las Rocosas: la del Pacífico, la del Atlántico y la del golfo de México, formada por la cuenca del Mississippi (5 620 km), que con el Missouri atraviesa de N a S toda la región central. En la cuenca del Atlántico, los Apalaches determinan la presencia de ríos cortos, aunque muy caudalosos, como el Connecticut, el Hudson y otros. La cuenca del Pacífico está formada, al N, por el río Columbia, el Sacramento y el San Joaquín, y al S por el Colorado. La región de los Grandes Lagos (Superior, Michigan, Hurón, Eire y Ontario), de origen glaciar, se sitúan al N del valle del Mississippi y es la mayor cuenca lacustre del mundo. E.U.A. es uno de los países del mundo que cuenta con una mayor diversidad étnica, con un mayor porcentaje de blancos (76%), negros (12%), hispanos (8%), asiáticos (1,5%) y amerindios (0,6%). La estructura de la población de Estados Unidos siempre ha sido relativamente joven, con predominio de una alta natalidad. La densidad de población es mayor en los estados del NO, en las zonas costeras del Atlántico y en los Grandes Lagos; mientras que en los estados rurales del O del país es mucho menor. A pesar de que la población era casi exclusivamente rural en un principio, la industrialización propició el desarrollo de un complejo sistema urbano, de gran cantidad de ciudades agrupadas en diversos puntos del país. La economía de E.U.A. constituye un modelo avanzado del modo de producción capitalista, donde el poder económico y político se concentra en los grandes trusts. Tanto en agricultura como en industria se han conseguido niveles de productividad muy elevados. En cuanto al comercio internacional, el país mantiene una posición de primer orden, reforzada por su papel de potencia hegemónica. La economía estadounidense ha estado siempre muy ligada a la libertad de empresa, con una escasa intervención estatal. La agricultura constituye una actividad altamente tecnificada, con una intensa especialización productiva, con zonas dedicadas exclusivamente a un producto y escasa mano de obra. Estas regiones agrícolas o cinturones (belts) son el Dairy Belt, del NE, especializado en la producción lechera; el Wheat Belt, o cinturón de trigo en el centro; el Corn Belt, en el NO, con maíz alternado con otros cereales y soja; el Cotton Belt, o cinturón de algodón en el SO; y el Subtropical Belt, sobre el golfo de México y Florida, donde se cultivan cítricos, caña de azúcar y productos hortícolas. Finalmente, la región de California, con numerosas tierras de regadío y producciones de frutales, cítricos, hortalizas y viñedos. La ganadería está fuertemente mecanizada y su producción es excedentaria. El vacuno de leche tiene gran importancia en el Dairy Belt, mientras la cría extensiva de vacuno y ovino es tradicional en el O del país. El ganado porcino es muy numeroso en el Corn Belt, así como la avicultura. Los bosques constituyen una importante reserva maderera, con la explotación de coníferas en el NO y los robles en el NE. E.U.A. cuenta con una gran riqueza mineral, situándose entre los tres primeros países productores de petróleo del mundo. También posee importantes depósitos de carbón, hierro, cobre, cinc y plomo. Otros minerales importantes que se obtienen son oro, plata, manganeso, bauxita, vanadio, uranio y níquel. El país cuenta con un enorme desarrollo industrial. Las zonas de mayor concentración industrial se sitúan al E del eje Mississippi-Missouri y al O y SO (California y Texas). El sector siderúrgico se concentra en la región de los Grandes Lagos, así como la metalurgia pesada, la fabricación de automóviles (Detroit) y la maquinaria eléctrica. La construcción naval se ubica en Nueva Inglaterra y la costa del Pacífico; la aeronáutica en California, Seattle y Texas; la química y farmacéutica en una amplia zona alrededor de Nueva York; la petroquímica en California, Texas y Luisiana; y la industria electrónica en California y Texas. La textil se ha desplazado de Nueva Inglaterra a los estados del S. Las industrias cárnicas se concentran en el Wheat Belt y el Corn Belt, las conserveras de frutas en California, Texas y Florida, y la industria editorial en Nueva York, Chicago y Boston.
HISTORIA El continente norteamericano fue poblado por grupos de origen desconocido que vivían en un estadio cultural cazador-recolector equivalente al Paleolítico. Los exploradores españoles no ocuparon la zona al no encontrar oro y las costas atlánticas en torno a la desembocadura del Hudson sólo fueron visitadas por pescadores suecos, franceses y holandeses, hasta el inicio de una verdadera colonización con la incorporación de Inglaterra a la carrera de conquistas. Los colonos ingleses ocuparon la costa NE en las primeras décadas del s. XVII y en el siguiente todo el litoral atlántico norteamericano. Fueron fundadas 13 colonias con aportes sucesivos de población europea. Las colonias del S vivían de la agricultura (tabaco, maíz, arroz y algodón), que se trabajaba con mano de obra esclava africana. Las colonias del N fueron pobladas por puritanos con una economía basada en el comercio marítimo (ron, melaza, esclavos) y en la artesanía. Entre ambos núcleos se hallaba un tercer grupo de colonias con más mezcla de población y con dos grandes ciudades: Nueva York y Filadelfia. Todas ellas afrontaban la amenaza de los indios, la de la expansión española por el S, y sobre todo la de los franceses por el N. La defensa británica ante estas amenazas supuso el aumento de los gastos bélicos y consecuentemente de los impuestos que los colonos se negaron a pagar, exigiendo su derecho a ser consultados. El descontento con la metrópoli les llevó en 1773 a comenzar la Guerra de la Independencia, que finalizó con la victoria americana gracias al apoyo decisivo de Francia. El 4 de julio de 1776 el Segundo Congreso Continental adoptó la Declaración de Independencia, redactada por Thomas Jefferson, donde se proclamaba la soberanía de la nación, los derechos naturales del individuo y la división y representatividad de los poderes. Estos principios quedaron recogidos en la Constitución de 1787, creadora de un Estado federal. A partir de 1789 se abrió un período caracterizado por dos tareas para el nuevo Estado: la expansión hacia el O y la consolidación del régimen y las instituciones. Con el fin de ocupar y poblar el continente se autorizaba a abrir territorios que, una vez alcanzados los 60 000 h, serían considerados estados federales. La idea de «frontera» conformó la mentalidad americana, lo que produjo una sociedad individualista e igualitarista. Surgieron en ese momento modelos para organizar el país; los federalistas reclamaban una política económica global y un mercado integrado; los republicanos, partidarios de la máxima descentralización, preconizaron una república agraria, donde coexistirían el liberalismo y el esclavismo. Hasta la elección como presidente de Jefferson, en 1801, había gobernado el partido federalista, que a partir de esa fecha cedió el poder a los republicanos. No obstante, a pesar de estas diferencias, el pragmatismo del ejercicio político acercó a ambos partidos y los convirtió en colaboradores. En otro frente, la independencia de la América española dio ocasión de afirmar la política exterior de E.U.A. con la doctrina del presidente James Monroe: «América para los americanos», oponiéndose a la intervención europea en los conflictos americanos. Los años veinte del s. XIX fueron bautizados como la era de los buenos sentimientos, caracterizados por un gran crecimiento territorial, un enriquecimiento individual y la construcción de vías de comunicación hacia el O. Esa expansión acelerada hacia el O provocó una guerra con México en 1846 que acabó con la anexión de Texas. La elección en 1829 de Andrew Jackson había puesto fin al período presidido por los «padres de la patria». Jackson representaba al elemento popular y a los pioneros del O. Significativamente, en la era jacksoniana se generalizó el sufragio universal y surgió el problema del esclavismo; mientras los estados del S, productores de materias primas, lo necesitaban, el N industrial, tanto ideológica como económicamente se oponía al esclavismo. En el fondo del problema operaban las transformaciones socioeconómicas que se estaban produciendo: el NE y el O habían alcanzado una especie de pacto comercial por el que la industria del N suministraba al O sus productos a cambio de materias primas y alimentos. En consecuencia, los temores del S de verse aislado no eran del todo infundados. Los acontecimientos se desencadenaron a raíz de la elección como presidente, en 1860, de Abraham Lincoln, públicamente hostil a la esclavitud y protagonista activo de la alianza económica auspiciada por el N. En respuesta a su elección, se creó la Confederación de Estados del Sur, en abierto desafío al N. El conflicto desembocó en la Guerra de Secesión, que fue extraordinariamente cruenta. Finalizó en 1865 con la victoria nordista, que llevó a cabo una vengativa ocupación militar de los estados de la Confederación y abolió definitivamente la esclavitud. Unos años después, cuando los norteamericanos devolvieron el sur a sus antiguos dueños, éstos sustituyeron la esclavitud por la segregación racial. La Guerra de Secesión puso fin a las últimas resistencias de la sociedad agraria tradicional. En los últimos 30 años del s. XIX cuatro elementos convirtieron a E.U.A. en una potencia mundial: el crecimiento y la estructura demográfica, la inmensidad del territorio y de sus recursos, la acumulación de capital para inversión y el progreso técnico. La tasa de crecimiento demográfico durante el s. XIX fomentó un mercado interno en continuo crecimiento y las técnicas de producción en masa. De este modo, el desarrollo industrial se apoyó en la organización de grandes unidades de producción con una enorme armadura financiera, que ejercían en régimen de monopolio. El proceso de urbanización concedía a las empresas una población trabajadora concentrada, y la riqueza en recursos naturales materias primas para el desarrollo de la industria. El desarrollo industrial estadounidense se puede dividir en tres etapas: la primera se concentró en la explotación de los recursos naturales, primarios y secundarios; la segunda fase fue la del desarrollo de la industria de bienes de equipo (extractiva, siderurgia), potenciada básicamente por el ferrocarril; y la tercera, que cubriría desde 1910 hasta hace muy pocos años, sería la del desarrollo de sectores nuevos (automóvil, electricidad, químicas, mecánica). El poder de los grandes fortunas del s. XIX era tal que imponían todas sus condiciones a obreros y gobierno. Hasta Theodore Roosevelt (1901), el poder federal no empezó a recobrar cierto prestigio entre las masas, gracias a su legislación anti-trusts y su intervención para poner fin a los abusos. Ese movimiento reformista fue continuado por el demócrata Woodrow Wilson (1913-21), precursor de la Nueva Libertad con objetivos como el sufragio universal, el voto a las mujeres y la creación de un impuesto federal sobre los ingresos. Ese intervencionismo estatal también se trasladó a la política exterior, al querer ocupar la posición geopolítica de una gran potencia. Sus primeras manifestaciones aparecieron con la anexión de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, y posteriormente el canal de Panamá. La culminación de esa actividad exterior se alcanzó con la declaración de guerra a Alemania, en 1917. Terminada la guerra se impusieron los republicanos, partidarios de dedicarse a la política interior. Hasta el crack del 29 se desarrollaron unos años de ilusiones y de consumismo fácil. La posición financiera internacional de E.U.A. había dado un vuelco a causa de la guerra: de país deudor había pasado a financiar la reconstrucción de Europa. La prosperidad y la euforia acabaron repentinamente con el crack de 1929 y la crisis económica de los años 30. La especulación acabó con la economía productiva y la no intervención del gobierno agravó las consecuencias de la caída de la bolsa. La crisis de los 30 tuvo mucho de psicológica, derivándose de una espiral de pesimismo que no remontó hasta que el presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt fue elegido en 1932; éste emprendió una política de infundir confianza a los estadounidenses, combinando la terapia psicológica con medidas económicas de impulso al crecimiento: inversiones en trabajos públicos, incremento del consumo por la vía de aumentar los salarios, créditos a las empresas y bancos, etc. Esa política, bautizada como New Deal, inauguraba la posibilidad hasta entonces no contemplada en E.U.A. de una intervención decisiva del gobierno federal en la economía. La Segunda Guerra Mundial supuso sancionar la normalidad del intervencionismo federal y erigir E.U.A. como potencia hegemónica mundial política y económicamente. El presidente Harry S. Truman enunció la nueva doctrina, en un doble plano: en el exterior, actuar allí donde sus intereses económicos o estratégicos fueran amenazados; y en el interior, garantizar la lealtad de todos los funcionarios públicos. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial todos los presidentes de E.U.A. permanecieron fieles a la estrategia de contención ante el presunto peligro soviético. Esta doctrina estratégica y militar tuvo aplicaciones propagandísticas (cuyo extremo aberrante fue el maccarthismo) y militares (carrera de armamento) y legitimó la intervención en Corea y Vietnam. La Guerra de Vietnam marcó un punto de inflexión en la historia estadounidense. Fue la primera derrota militar de E.U.A. y dividió profundamente a la sociedad estadounidense. Se encadenaron las protestas contra la guerra, a favor de los derechos civiles y por la integración de todas las etnias. Otro duro golpe a la confianza de los estadounidenses en su sistema lo propinó el escándalo Watergate, que costó el puesto al presidente Richard Nixon. Esa crisis de conciencia generada por los costes morales de ser una potencia hegemónica prosiguió en las administraciones de transición de Gerald Ford y Jimmy Carter. Ronald Reagan pareció devolver la confianza perdida a los estadounidenses con su discurso patriótico y ultraconservador, pero durante su segundo mandato se empezaron a pagar los costes de su política económica. El penúltimo intento de devolver la buena conciencia a la sociedad de E.U.A. lo protagonizó George Bush con su triunfo diplomático y militar en la Guerra del Golfo. El deseo de mejorar la política interna, acosada por la crisis económica, llevó al triunfo al demócrata Bill Clinton en 1992. A principios de 1995, E.U.A. se ofreció para ayudar a la ONU en el conflicto de Bosnia. En 1996 Clinton endureció el bloqueo sobre Cuba con la ley Helms-Burton, que sancionaba a las empresas extranjeras con negocios en la isla. Clinton rubricó su política neoliberal con la derogación de la legislación social dictada por Roosevelt en 1935. A finales de 1996 el presidente obtuvo su reelección. En 1997 Clinton consiguió la aceptación de Rusia a la ampliación de la OTAN a los países de la antigua Europa Oriental. En enero de 2001, Clinton fue sustituido en la presidencia por el republicano George W. Bush, que venció por escaso margen al demócrata Al Gore. El 11 de setiembre de 2001, el país sufrió un triple atentado terrorista en que cuatro aviones comerciales fueron secuestrados por terroristas suicidas. Dos de los aviones se estrellaron contra las «torres gemelas» de Nueva York, otro en el Pentágono (Washington) y el tercero cayó en Pittsburgh antes de alcanzar su objetivo. Miles de víctimas quedaron sepultadas bajo los escombros, no sobrevivió ninguno de los pasajeros que viajaban en los aviones y las pérdidas económicas fueron enormes. Osama Bin Laden, fundamentalista islámico de Arabia Saudita refugiado en Afganistán, fue considerado el responsable último de los atentados y Estados Unidos, con el apoyo de la OTAN, declaró la guerra a Bin Laden y al país que le daba cobijo. A principios de octubre de 2001, tropas americanas y de los países aliados atacaron objetivos militares del país afgano. Tras semanas de intensos ataques aéreos contra los objetivos talibanes, las tropas de las guerrillas opositoras al régimen afgano recuperaban los territorios del norte del país; en noviembre tomaron Mäzar-i-Shärif, Kabul y Kunduz, último reducto talibán. En marzo de 2003 E.U.A. lanzó una ofensiva militar contra Irak que condujo a la caída de Ṣadd̄am Ḥusayn. En junio de 2004 E.U.A. restituyó la soberanía de Irak a un gobierno de transición. En noviembre fue reelegido G. W. Bush.
BELLAS ARTES La literatura estadounidense raramente se presenta en forma cronológica, como una sucesión de generaciones que se influyen unas a otras. De esta manera los autores más importantes del s. XIX reflejan la preocupación por la búsqueda de un pasado y una memoria que recrean muchas veces en forma de leyenda. Destacan Henry James, Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson, Herman Melville y Walt Whitman, que certifican la madurez de la nueva literatura estadounidense. El problema de la esclavitud fomentó también un gran número de producciones como la de Harriet Beecher Stowe en La cabaña del tío Tom (1851). Pero sin duda el padre de la literatura estadounidense fue Mark Twain (1835-1910), con un estilo rápido y vivaz sumergido en el derrotado sur. Un gran protagonista de la literatura estadounidense es la naturaleza. La «frontera», que míticamente acercó al hombre a una pureza original, al desaparecer lo deja frente al vacío y la nostalgia, tema desarrollado por John Steinbeck. Los temas que se imponen a fines de s. XIX e inicios del XX oscilan entre proseguir con las preguntas anteriores, a las que suman la compleja culpabilidad de la Guerra de Secesión y sus efectos en el sur con William Faulkner, o Eugene O´Neill con la búsqueda de sus orígenes familiares. De igual manera el tema de la entrada en la madurez es observado desde diferentes perspectivas por Stephen Crane, Ernest Hemingway, John Dos Passos y otros. Más tarde se desarrolló una literatura comprometida con las minorías (Toni Morrison) y obras de técnica muy definida como el nuevo periodismo de Tom Wolfe o el realismo sucio de Thomas Carver. Las primeras pinturas estadounidenses son retratos de corte europeo. No fue hasta la segunda mitad del s. XIX que el más avanzado arte europeo penetró en E.U.A. La nostalgia del pasado provocada por la Guerra Civil se contempla en el romanticismo de Thomas Eakins y Winslow Homer. Las vanguardias europeas llegaron con Edward Hopper; sin embargo la reacción nacionalista de entreguerras provocó el retorno del figurativismo. La nueva generación estadounidense de la posguerra entendió las ideas y técnicas de los surrealistas y expresionistas pero encontrando su propia línea (Jackson Pollock, Frane Kline, Mark Tobey). Desde 1955, la reacción contra el action painting (pintura de gestos violentos y sin control) se manifestó en dos direcciones opuestas vigentes hasta hoy: el retorno a una abstracción rigurosa e intelectualista (Barnett Newman, Ellsworth Kelly o los escultores Tony Smith y Robert Morris), y una renovación de la figuración. En 1965 se empezó a hablar de minimal art con Donald Judd y Dan Flavin. Les sucedió el pos-minimalismo y el land art, que produjo los earth works y los performances realizados por Eva Hesse, Sol Lewit, Denis Oppenheim y Christo. En la línea figurativista se anunció el pop-art de Andy Warhol. La arquitectura durante el s. XIX se caracterizó por la sobriedad y el neoclasicismo. Con ese clasicismo rompió Henry Hobson Richardson, representante del racionalismo, desprovisto de todo formalismo, que también participó en el nacimiento de la Escuela de Chicago, desarrolladora de la arquitectura metálica de los rascacielos. En los años previos a la Primera Guerra Mundial, el monumentalismo triunfante se identificó con estilo neogótico teñido de art déco. Poco después de la guerra, Le Corbusier construyó el edificio de la ONU en Manhattan, que inauguraba la era de los modernos rascacielos. En los sesenta, se volvió hacia el academicismo y a partir de los setenta sólo en los rascacielos se mantuvo la inventiva. El resto de las construcciones estuvieron marcadas por el manierismo y la vuelta al clasicismo. Sólo en el dominio de los rascacielos se mantuvo la inventiva: en cuanto al volumen, la altura y las técnicas de construcción (World Trade Center de Nueva York, 1974). La música propiamente estadounidense se desarrolló a partir del s. XIX con la introducción de los ritmos alegres y sincopados provenientes de México o los cantos religiosos de los esclavos negros (espirituales). Todo ello deriva en una riquísima música folclórica popular con la aparición del gospel, el ministrel, el ragtime, y a fines del s. XIX, el jazz y la opereta. Las primeras décadas del s. XX son pródigas en compositores estadounidenses, entre los que destaca Georges Gershwin (1898-1937). El primitivo jazz, que tuvo su origen en Nueva Orleans a inicios del s. XX, empezó su expansión a partir de 1917 y de él deriva otro estilo musical de gran trascendencia sobre la música contemporánea: el rock and roll. La popularidad del rock ha significado la definitiva expansión y la máxima influencia de la música norteamericana por todo el mundo (Elvis Presley en los años cincuenta y las grandes figuras del rock de los sesenta y setenta: Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Jim Morrison). Después, se abrió el gran abanico de los estilos-modas (sonido California, art-rock, rock sinfónico, heavy, etc.). Así hasta la revolución del punk, un fenómeno británico cuya principal y muy tardía influencia se dio en la década de 1990 con Nirvana y el grunge, que recupera la imagen contestataria los tiempos heroicos del rock. Y todo ello sin olvidar a Bruce Springsteen, la gran figura estadounidense de la década de 1990, cuya obra aporta un excelente testimonio sobre la cotidianidad urbana de su país. El cine se ha convertido en el arte por antonomasia de la cultura estadounidense. Una temprana implantación de la industria cinematográfica en E.U.A. favoreció la formación de una importantísima producción a inicios del s. XX. La conversión del cine en una auténtica industria se ha centrado en la creación de grandes productoras que copan la distribución mundial de películas y la implantación del denominado star system con los actores como personificación de la industria. Entre los grandes directores estadounidenses clásicos destacan John Ford, Orson Welles, Howard Hawks y Raoul Walsh, entre otros. Los nuevos realizadores procedentes de las escuelas de cine accedieron pronto a los grandes presupuestos (Brian de Palma, Martin Scorsese, George Lucas, Steven Spielberg). Siguiendo el ejemplo de los primeros rebeldes (Robert Altman o John Cassavetes), crearon sus propias productoras. No hay que subestimar, sin embargo, a la generación anterior (Arthur Penn, Sydney Lumet, Sydney Pollack, Alan J. Pakula), que reflejó el malestar de su sociedad y puso en cuestión el sistema sobre el que reposaba el consenso americano. Cineastas como Elia Kazan, Hal Ashby o Sam Peckinpah desmitificaron las epopeyas nacionales y el culto al heroísmo. Pero también existe el cine independiente, sobre todo en Nueva York y Chicago, ferozmente individualista y que desprecia la perfección técnica en aras de la expresión realista. El último gran representante de ese rechazo a la autocomplacencia americana es Spike Lee, abanderado del movimiento reivindicativo de los negros. Paralelamente, un nutrido grupo de actores se han embarcado en la realización cinematográfica (Dennis Hopper, Clint Eastwood, Paul Newman, Jodie Foster, Robert de Niro, etc.). A principios del tercer milenio, los géneros cinematográficos más exitosos son el fantástico (que aprovecha las nuevas tecnologías para producir efectos especiales) y el que aborda la más descarnada y dura violencia (con realizadores como Quentin Tarantino o Tim Burton).

Enciclopedia Universal. 2012.