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Fracasada rebelión en Rusia contra el régimen zarista.
Después de varios años de creciente descontento, una manifestación pacífica fue aplastada por las tropas del zar Nicolás II en la masacre del Domingo sangriento. Siguieron huelgas generales en San Petersburgo y otras ciudades industriales. La rebelión se extendió a regiones no rusas del imperio, como Polonia, Finlandia y Georgia. Grupos antirrevolucionarios, entre ellos los Centurias negras, se opusieron a la rebelión con violentos ataques a los socialistas y con pogroms contra los judíos. En octubre de 1905, las huelgas generales se habían extendido a todas las grandes ciudades y los consejos de trabajadores o soviets, encabezados frecuentemente por los mencheviques, se convirtieron en gobiernos revolucionarios. La magnitud de las huelgas logró convencer a Nicolás II, aconsejado por Serguéi Witte, de firmar el manifiesto de Octubre, con la promesa de un parlamento elegido. Las concesiones dejaron satisfechos a los más moderados, aunque los revolucionarios más fervorosos rehusaron ceder, y fueron duramente aplastados los focos de resistencia en Polonia, Georgia y otras partes cuando el régimen restableció su autoridad. Si bien se arrestó a la mayoría de los líderes revolucionarios, entre ellos León Trotski, la revolución obligó al zar a instituir reformas tales como una nueva constitución y una Duma, aunque Nicolás no puso en práctica adecuadamente diversas reformas prometidas.
Enciclopedia Universal. 2012.